A menudo vemos en la lejanía de un camino el espejismo de un fuego ardiente que en realidad no existe cuando nos acercamos.
La vida como cualquier camino y nosotros como cualquier caminante también somos así. A muchos de nosotros el corazón se nos inflama o parecemos inflamados ocasionalmente ante una experiencia mística, espiritual, que nos hace “creer” (no “crear”) un fuego ardiente, pero que después de un tiempo ante una nueva adversidad o simplemente por mimetismo con todo lo que nos rodea, alguien se acerca al divisar ese fuego interno que parece que teníamos, y se ve que por H o por B, que ese entusiasmo del que hacíamos gala, se disipó y realmente seguimos estando en la realidad de lo que éramos antes.
Y volvemos a lo que siempre fuimos. Nuestro fuego interno, ese fuego que daba calor a nuestro ámbito de influencia, duró simplemente unos días, unas semanas, unos meses a lo más.
En realidad fue nuestra necesidad de ser útil que al fin y al cabo es “puro ego” aunque refinadísimo, o el de reconocimiento de nuestro “status”, o la necesidad de sentirnos “especiales” (en realidad lo somos…), lo que prendieron ese “Espejismo de Fuego”. Sentimientos que se juntaron y que prenden nuestro corazón; pero en realidad fue la sensación de salir del armario de la materialidad o el dolor por una crisis existencial lo que activó esa situación…
Porque, a esta altura de la escalera, y con tan solo 4 sombras más por descubrir, deberíamos tener claro que si no se alcanzó previamente una conciencia de error, una verdadera clarividencia de que nosotros convocamos consciente o inconscientemente la realidad a la que hemos llegado haciéndonos errar, es imposible que haya verdadero arrepentimiento. Y si no hay verdadero arrepentimiento es imposible que se produzca tu mejora como producto “universal”.
Del mismo modo que en cualquier empresa existe el concepto de productividad ante la “mejora continua” (Departamento de Control de calidad encargado de que lo que publicitamos sea real y no el engaño del espejismo de la bruma) deberíamos tener ese “amigo verdadero”, imparcial y objetivo que te dice lo que no quieres escuchar (normalmente suele ser la pareja, capaz de decirte cuándo nuestras acciones son mas “de escaparate” que “trastienda”.
Porque no hay una cosa más ridícula que ir de “santo”, “perfecto” y “espiritual”, y que baste un poco de viento frío (un nuevo revés, una decepción, una expectativa no cumplida, una falta de reconocimiento por parte de los demás, etc, etc, etc…) para que se disipe el deseo (fuego) de ser mejor ante uno mismo, y no ante los demás, y nos tiremos al barro arguyendo el lema del otro lado: de perdidos… al río”.
Muchas personas son espiritualmente competitivas y andan comparándose continuamente con otros para ver quién es más espiritual, olvidando que el propósito de esta vida es la mejora continua de uno mismo …. Ante uno mismo. Esa es su “sombra”….